http://www.youtube.com/watch?v=ybiYsFQ--B4
“Algo demasiado grande está creciendo en mi pecho, esta melodía es simple y eso me hace feliz. Y no había sentido eso desde que era muy chico, vos sabés que había algo roto y por eso entraste aquí”.
Esta estrofa de “Melodía Simple”, de La Mancha de Rolando, fue lo primero que escuché cuando me levanté esta mañana. Y pueden llamarlo casualidad (o causalidad), acción del destino, suerte, o lo que sea. Pero cada vez que me siento a escribir, hay algo que me inspira. Y esta vez, fueron “dos algos”. También soñé con una película que vi hace tiempo: “Charlie y la fábrica de chocolate”. Así que lo primero que hice, después de cepillarme los dientes y poner la pava para tomar mate, fue sentarme frente a la computadora para ver el film dirigido por Tim Burton y protagonizado por Johnny Depp.
En realidad quería escribir sobre el liderazgo empresarial y las relaciones humanas. Y si se están preguntando que relación guardan la canción de La Mancha, la historia de la fábrica, el liderazgo y las relaciones humanas; vamos paso por paso.
Para empezar, estoy casi segura de que todo lo que parece sumamente complicado, puede explicarse y entenderse desde lo simple. Y con esto no quiero decir que el arte sea simple, pero entra por el corazón. Entonces se siente antes de entenderse por completo. Y si le hacemos caso al corazón, podemos actuar durante el proceso de comprensión.
El liderazgo del siglo XXI tiene que tener a la innovación total como estandarte para que la organización se convierta en una fábrica de sueños y de ideas; que se basa en la imaginación, la inspiración, la ingenuidad y la iniciativa. Y no hay otro ejemplo mas claro de una fábrica de sueños y de ideas que las golosinas. ¿Por qué?. Porque representan la etapa de la niñez, la fantasía, los sueños y el creer en lo imposible. Y hoy, permítanme decir, para ser un buen líder hace falta sacar el nene o la nena que todos llevamos adentro.
En el futuro, que ya es ahora, la competencia pasa por romper las normas existentes y hacer otras nuevas. Y el papel del líder es organizar.
En la película, los empleados de la fábrica son unos seres de fantasía llamados “Oompa Loompas”. A simple vista, son todos iguales. Sin embargo, cada pequeño grupo de ellos hace cosas totalmente diferentes, y espectaculares. Willy Wonka, el líder, no puede estar presente en todos los lugares al mismo tiempo. Pero las cosas se hacen a la perfección. Él es un artista de la organización: logra que gente ordinaria (en este caso, dentro de un film mágico estos seres son ordinarios) haga cosas extraordinarias. Esto crea un contexto ideal para generar un flujo constante de creatividad.
Hoy en día, las personas son lo mas importante de las organizaciones. En realidad, siempre lo fueron, pero afortunadamente hoy cada vez mas gente se da cuenta. Willy Wonka conoce a cada uno de sus empleados por su nombre, les da total libertad de creación, confía en sus consejos, los saluda con una sonrisa cada vez que pasa por su lado. Cuando está a punto de perder todo (la fábrica completa), en lo primero que piensa es: “¿ Y mis queridos Oompa Loompa?. ¿Quién cuidará de ellos cuando yo no esté?.
En la película, también hay un claro ejemplo de la competencia feroz. La fábrica tuvo que cerrar porque le copiaron las ideas. Después de un tiempo, en donde todo era un gran misterio porque salía humo de las chimeneas demostrando que se trabajaba, la fábrica volvió a abrir sus puertas para los 5 afortunados que encontraran un billete dorado en las barras. El premio (qué se vislumbra al final de la película): quedarse con la fábrica. Willy Wonka, debía elegir y formar a su sucesor. Una obligación del líder, es formar nuevos líderes. Por eso necesitaba de mucha información para ir descartando a 4 niños para que quede sólo uno. La información y el poder de elección, también son características de nuestros tiempos. Y, realmente, sin información la elección se convierte nada más que en una especie de “ta-te-ti”.
Y podrán pensar que Willy Wonka está loco. Pero sus chocolates se venden en todos los países del mundo. Es exitoso porque no adapta sus productos a algo pre-existente, sino porque crea cosas nuevas: la reinvención no consiste en cambiar lo que hay, sino en crear lo que no hay (helados que no se derriten, gomas de mascar con sabor interminable, el poder probar un producto cuando se lo ve en un aviso televisivo, etc.). El éxito depende de saber explorar lo desconocido y acertar.
Willy Wonka está envejeciendo y por eso necesita un sucesor. Charlie es el niño que cumple con todos los requisitos: amable, fantasioso, no es malcriado, pregunta todo el tiempo, etc. Pero Willy le pide que abandone a su familia para ser el nuevo dueño de la fábrica, a lo que Charlie se niega rotundamente. Willy entra en crisis, no puede crear nuevas golosinas, todo le sale horrible y sus ventas caen considerablemente: su mundo se caotiza y comienza a derrumbarse. Charlie le da un consejo: que visite a su padre odontólogo, al que no ve desde niño. Y luego del encuentro, el conflicto se soluciona.
Esto nos demuestra, que si todo está en proceso de cambio el único elemento estable es la persona misma. A lo máximo que puede aspirar, es a tener una imagen concreta de si mismo. Y luego trasladarlo a las acciones. Willy Wonka descubre quien es, se comprende a si mismo para luego entender lo que lo rodea. Es así como permite que Charlie se vaya a la fábrica con toda su familia. Cada uno de los protagonistas es, simultáneamente, maestro y aprendiz del otro. Claramente, la educación tiene que ser continúa durante toda la vida, y que solo sirve si es horizontal y circular.
Charlie y Willy podrían considerarse dos polos opuestos, pero juntos hacen maravillas. Y no se busca el equilibrio, sino que se potencian las cosas extremas de cada uno de ellos. Son dos opuestos que se completan en tanto la carencia de uno es la abundancia del otro, y viceversa: la fábrica con sus altísimas chimeneas blancas contrasta con la casa gris de Charlie con su fachada torcida y agregados por todas partes, pero a la vez estas son las dos únicas construcciones que se diferencian de la ciudad chata y lineal. La falta de humanidad en la morada de chocolate dialoga con la superpoblación en la casa del niño.
Parecidos en las diferencias y distintos al mundo, ambos son habitantes de universos particulares que terminan por unirse como las piezas de un rompecabezas.
Todos deberíamos ser un poco como Willy en su fábrica. Soñar, innovar, crear, dejar volar la imaginación. Informarnos antes de tomar cualquier decisión, conocer absolutamente a todas las personas con las que trabajamos, escucharlas y confiar en ellas. Trabajar con gente que piensa, siente y hace cosas distintos a nosotros porque la diversidad genera mas diversidad y eso es lo que hace falta.
La fantasía no puede suplir a la realidad, pero esta última está irremediablemente incompleta sin su profundo y auténtico trasfondo mágico. Lo que importa son las cosas intangibles: sorprender, causar sensación y enamorar a con cada cosa que hagamos o digamos: regalarle dulces.